¿Influencias extraterrestres?
La región denominada "área metropolitana", "área clímax" o "zona nuclear", debido a que en ella se encuentran las que fueron posiblemente sus capitales – La Venta, San Lorenzo, Laguna de los Cerros y Tres Zapotes – se encuentra limitada al oriente por las montañas de los Tuxtlas y por la Sierra Madre del Sur y allí se han producido los más importantes hallazgos arqueológicos. El arte olmeca tiene varias formas típicas como los enormes monolitos que conforman las cabezas colosales, los altares en forma de tronos y las estelas, que narran sucesos históricos. También hay piezas menores como hachas, máscaras de piedra, bustos, bastones de mando de madera o pelotas de hule.
Su religión giraba alrededor de deidades sobrenaturales que ostentaban atributos de animales, siendo las representaciones más importantes los jaguares, los cocodrilos y las serpientes, aunque también aparecen insectos, tiburones y peces. En cuanto a su organización política, los olmecas estaban guiados por fuertes gobernantes, cuyos retratos se han plasmado en las cabezas colosales que los han hechos famosos. En la "zona nuclear" antes citada existen un total de 17 cabezas gigantescas: 10 en San Lorenzo, 4 en La Venta, 2 en Tres Zapotes y 1 en Cobata. En el Museo de Antropología de Xalapa se exhiben 7 cabezas procedentes de San Lorenzo. La roca volcánica usada en las tallas de este último lugar proviene de las montañas de los Tuxtlas, a unos 60 kms. al noroeste de San Lorenzo, lo que demuestra que la sociedad olmeca fue capaz de llevar a cabo la titánica empresa de su transporte gracias al sometimiento o a la cooperación de las poblaciones que dominaba. La dificultad de proveerse de estos materiales, o bien la importancia simbólica de los mismos, impulsó a los olmecas a reutilizar las piedras para usarlas en nuevas esculturas, ya que algunas cabezas colosales fueron originalmente altares. En algunas de estas piezas, que pueden pesar más de 10 toneladas, hay detalles interesantes, como el pronunciado estrabismo que se aprecia en los ojos de muchas de ellas. Un defecto visual que constituía, no obstante, el patrón de belleza de numerosas civilizaciones de Mesoamérica.
La meseta de San Lorenzo puede considerarse uno de los trabajos de arquitectura monumental más grandes de Mesoamérica, porque fue modificada a través de un enorme esfuerzo humano plasmado en la construcción de terrazas, cortes y remoción de toneladas de tierra y paredes de contención, que transformaron el terreno natural en un espacio sagrado para los antiguos habitantes. Otro de los elementos más desconcertantes de esta cultura, según los investigadores "oficiales", es que los olmecas no usaban la rueda y no tenían animales de carga, por lo que el trabajo fue llevado a cabo íntegramente por medio del esfuerzo humano. En realidad, se suele omitir el hecho de que el arqueólogo estadounidense Matthew Stirling encontró en la década de los 40, en el yacimiento de Tres Zapotes, unos juguetes infantiles que consistían en perritos con ruedas. Si estas últimas eran conocidas, lo lógico es pensar que fueron empleadas en la práctica y que no quedaron reservadas sólo para divertir a los niños.
La esplendorosa civilización olmeca fue decayendo paulatinamente, sin que sepamos si su ocaso se debió a invasiones de pueblos extranjeros, a revueltas íntimas o a otras razones. San Lorenzo decayó como importante centro regional del Preclásico Inferior alrededor del año 900 a.C. Sin embargo, el enclave no fue totalmente abandonado, ya que existen evidencias de que allí perduró un pequeño núcleo de población durante el Preclásico Medio y Superior. Sin embargo, el final de la cultura olmeca no fue repentino; se produjo más bien como una gradual transformación que acabó entre el 400 y el 100 a.C. A pesar de ello, los olmecas jamás desaparecieron totalmente, ya que su semilla floreció en civilizaciones posteriores del centro y sur del continente americano, influyendo notablemente en su arte, cultura, religión o brujería.